Más allá de las visitas esporádicas que me hacía, vestido con pollera y guantes de lana, no lo veía nunca. Siempre supuse que algún día llegaría vociferando su nombre en voz alta, exaltado y compenetrado, pero dejó de venir el día de navidad de 1927.
miércoles, 6 de enero de 2010
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